Ni frito de pimiento ni pincho de foie, en Camboya no hay mejor aperitivo que una buena tarántula frita. Cuando digo una, digo dos, tres o cuatro, porque los camboyanos se las comen como pipas! Si os desplazais por el país en autobús no es de extrañar que el conductor haga una breve parada en medio de la carretera para comprar unas cuantas.
El lugar típico para disfrutar de este manjar es en el pueblo de Skuon, que se encuentra estratégicamente situado en
las carreteras que llevan a Phnom Penh, Laos y a los templos de Angkor.
Los comerciantes llevan las tarántulas en grandes bandejas de madera, y las venden fritas con ajo y hierbas. Se empieza por las patas, crujientes y delicadas, de un
sabor que recuerda a las gambas al ajillo, y se culmina con el abdomen,
cuyo gusto es ligeramente rancio.
Se dice que los camboyanos recurrieron a comer tarántulas durante el terrible reinado de los Jemeres Rojos en 1970. La población padeciá tal hambruna que se lanzó a comer todo tipo de cosas para completar el menú de agua y arroz que los líderes maoístas proporcionaban a la esta nueva población socialista agraria. Desde entonces los arácnidos se han convertidon en un popular alimento de la calle.
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